Francisco, al Cielo sin curvas
Esta mañana en la capilla de Roca i Pi, en el momento de dar la paz a Ada Ortega[1], me la ha retenido: “el Papa ha muerto”. ¿Como era posible? Ni las Hermanas ni los demás residentes sabían nada. Ada, una anciana culta, elegante y buena, insistía, serena: “lo acaban de decir por la tele”. Josefa, algo achacosa pero súper lúcida, preguntaba: “¿no será un bulo más?”. La hermana María Rosa se ha trasmudado: “¡pero si ayer le vi por la tele!”. Sí, María Rosa, pero mamá, María Luz, me decía anoche que en su comparecencia pública pascual a Francisco solo le quedaba “un hilo de voz”. Parecido a lo que le dijo mi padre a mi hermano Josep la víspera de su muerte justo al empezar la pandemia: “sólo me queda un hilo de vida”. Sí, mamá, Francisco, el que te abrazó en enero de 2018 en Santa Marta, el que dijo de ti que eras “de fierro”, se nos acaba de ir. Al despedirme de Ada, esta mañana me ha dicho con una leve sonrisa: “al Cielo, sin curvas”.
Todavía
desconcertado, en Badalona todo seguía como si nada. Las campanas de todas las
iglesias, silenciosas. Algunos padrinos se apuraban a comprar la mona. En
seguida, en el auto, Ràdio Estel. El bueno de Ignasi Miranda entrevistando al arzobispo
Joan Planella, y en Catalunya Informació, no sé qué ministra de qué ministerio
explicaba las excelentes relaciones de Pedro Sánchez con el Vaticano. Magallanes
Espinosa, chileno, a mí lado, me resumía la conversión de Francisco que coincidía
con la versión del P. Oriol Tuñí, que fue provincial de los jesuitas aquí:
Bergoglio, de jesuita autoritario y populista, pasó a ser el Papa de todos.
Al mediodía,
las campanas de la Murtra han doblado a muertos. Y el carrillón ha tocado el
himno a la Alegría. A las 13, 30 nos hemos reunido en el Refectorio con Miquel
Ángel Pérez, el párroco de Santa Coloma de Gramenet- el que fue misionero en
Camerún- con Marlon Perdomo, sacerdote venezolano, su gran colaborador, con
feligreses de la parroquia Mayor, de Santa Rosa, de Sant Miquel…gente de
Colombia, de Perú, de Senegal, de Chile… ancianos, adultos, niños… Hemos
proclamado el Evangelio de Emaús, “¿de todos los forasteros eres el único que
no sabes lo que ha pasado?”. Sí, mucha gente que paseaba por la montaña, los
ciclistas, los corredores… no sabían lo que había pasado, o quizás sí. Cuando
Beba Bertrán ha puesto unas flores en un letrero improvisado, cuando han visto
ondear la senyera con un crespón negro, en el balcón de su ermita,
cuando han visto la bandera blanca en la torre prioral, tal vez se han
preguntado si algo había pasado y han consultado su móvil.
Después, en
el patio de honor de Sant Jeroni, paella y baile con djembe[2].
Éramos de diecisiete nacionalidades. “El Papa está en el Cielo, hagamos fiesta”,
ha dicho Miquel Ángel.
“Nadie se muere
la víspera”, habías repetido, Francisco. “En la mortaja no hay bolsillos” decía
tu querida abuela. Ya empiezan las quinielas, los vaticinios, las valoraciones,
los balances… pero tú, el Papa que pasó de la seda al tergal, como decía el
reverendo Jordi Ferrer Muro[3];
el que pidió a los padres de familia la bendición al comienzo de su pontificado,
el que abrió la puerta santa en el centro de África, el que nunca volvió a su
Buenos Aires querido, el que renunció a ir a la Cueva de Manresa… debes sonreír
junto a Benedicto viendo tantas miserias, tantos protagonismos, tantas ansias
de poder, tantas luchas intestinas… tantos que han vivido en su contra y que ahora
vivirán de su recuerdo más o menos deformado.
Hoy con el
corazón herido pero esperanzado, me ha venido a la mente Celestino V, el
ermitaño Pietro di Morrone, el que urgía a los cardenales a ponerse de acuerdo
en un cónclave demasiado largo, el que fue elegido estando fuera de la asamblea
cardenalicia y de los oropeles, el que
instituyó la gran perdonanza, el que renunció a ser Papa cuando vio que le
podía picar “el virus del poder”[4]
y he pensado que mutatis mutandis, Francisco se apercibió de este virus a poco de
ser elegido.
De Juan
Pablo II la gente decía “santo subito”. Ada lo ha dicho con más sutileza:
“al Cielo sin curvas”. Gracias Francisco, ahora sí que los creyentes rezamos,
no por ti, que ya casi no necesitas nuestros sufragios, si no para que entendamos
tus complicidades y tu fidelidad al Evangelio y los no creyentes te mandan,
como tu pedías, “una buena onda”.
[1] Ada Ortega, feligresa largos
años de Sant Francesc d’Assís en Bufalà-Montigalà Badalona, vivió en el centro
de Europa, trabajó en un contexto hebreo y fue de nuestras mujeres costureras.
Lleva años retirada en Roca i Pi.
[2] Tambor senegalès.
[3] Jordi Ferrer Muro acabó sus
días siendo párroco de la Basílica de la Mercè, en Barcelona. Era un sacerdote
sabio y santo.
[4] Así lo define el sacerdote
catalán Martí Colom en su obra “La Renuncia”.
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