Historia destrenzada de los Papas

La cruz, la tiara y la espada

En estos días que la opinión pública mundial, tiene los ojos puestos en el Vaticano, el libro de M.RICO, JC. LOSADA y J. AYMAR, La cruz, la tiara y la espada. Una historia destrenzada de los papas (Toledo, editorial Ledoria, 2024)[1], cobra especial actualidad.

El método del destrenzado tiene por objetivo dilucidar con rigor: 

1.-Aquello que, en el transcurso de la historia, los sucesores de Pedro han hecho por fidelidad al evangelio y en cumplimiento de su misión apostólica (la cruz) 

2.- Los actos derivados de haberse constituido pontífices del DOM (iniciales de Deo Optimo Maximo, frase latina que en el paganismo significaba "para el más grande y mejor Dios" con toda la pompa y el boato derivados de esta autoridad espiritual (la tiara o triple corona) 

3.- Y, finalmente sus acciones en el ejercicio del poder temporal (la espada):, es decir, cuando tras la caída del Imperio romano, el sumo pontífice se vio como la única fuerza capaz de aglutinar el poder religioso y político y, desde esta alta atalaya, impulsó cruzadas, capitaneó ejércitos y se pertrechó en castillos y palacios.  

Desde el Concilio Vaticano II, se han hecho gestos significativos de retorno a los orígenes. Los papas han ido renunciando a la tiara, a la silla gestatoria, incluso a vivir en el Palacio Apostólico. Juan Pablo II inauguró un estilo de pontificado itinerante, en diálogo con otras tradiciones religiosas y culturales. El papa Francisco del principio de su pontificado, se autodenominó "obispo de Roma", pidió a los cardenales que abandonasen actitudes principescas y ha potenciado el estilo sinodal. Pocos días antes de su fallecimiento, bajó a la Basílica de San Pedro sin la sotana blanca, vistiendo un simple poncho y pantalón negro.  También dejo escrita su voluntad que su sepulcro esté en la tierra; sencillo, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus.

El destrenzado se ha aplicado a los papas, pero también pueden destrenzarse las historias de los reyes, de los dignatarios y de todos aquellos en que confluyen diversas misiones. Como decía Federico Mayor Zaragoza, la historia es para ser descrita, no para volver a ser escrita. No se trata de hacer ningún juicio post mortem, como aquel, aberrante, a que fue sometido el papa Formoso en el siglo X, si no de proporcionar a los investigadores y al público en general, una herramienta pedagógica de interpretación.



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